1) De los pasillos sale otro tipo de crónica parlamentaria: Los periodistas se relacionan de forma más cercana y familiar a los políticos. Se crea un vínculo más estrecho y ahí es donde se expresan tal y como sienten. Por ello, Carandell cree que “de los pasillos” nace otro tipo de relato, más humano y más sincero.
2) Las anécdotas humanizan al Parlamento: La escenografía del Congreso de los Diputados y del Senado está tan cuidada, sobre todo ahora con tanto asesor de imagen, que las sesiones resultan demasiado artificiales. Por ello, cuando alguien se sale del guión, cuando ocurre algo que no estaba previsto, la anécdota se convierte en un tesoro tan preciado. Por que viene a decirnos que lo que hablan delante de los micrófonos son, al fin y al cabo, personas que representan a personas. Por ello cuando fallan es cuando más humanas parecen y cuando los ciudadanos (incluidos los periodistas) nos sentimos más cercanas a ellas.
3) Crónica como género independiente: En España el primer cronista parlamentario fue Francisco Sánchez Barbero en los primeros años del siglo XIX. Desde entonces personajes de la talla de Benito Pérez Galdós, de Azorín o de Wenceslao Fernández Flórez han ayudado a perfilar este género del periodismo. A diferencia de la información, la crónica no informa sobre los asuntos tratados en las Cortes, sino que parte de un hecho, un comentario o un detalle que el periodista percibe y a raíz del cual describe la sesión. Así que la crónica se convierte en una pieza periodística atemporal, ya que no se estructura en torno a la más estricta actualidad. Es por ello, que las crónicas pueden convertirse en estupendos espejos del pasado, donde uno puede mirar cómo se pensaba, cómo se actuaba o cómo se hablaba en cualquier época del pasado. De ahí, la extraordinaria brillantez de la crónica como género periodístico.
4) Entusiasmo por la democracia: Las primeras anécdotas de la obra reflejan los primeros momentos del parlamentarismo en España con las Cortes de Cádiz y la Constitución de 1812. Llama la atención el entusiasmo y la felicidad que desprendía el pueblo por comenzar su andadura en los caminos de la democracia. Este comportamiento choca con la apatía política actual donde la gente está cansada de escuchar a los políticos repetir las mismas ideas, sin obtener resultados a cambio; donde cada vez que llegan unas elecciones los demócratas se echan a temblar para que la participación llegue a los estándares establecidos o donde la prensa escrita pierde irremediablemente lectores año tras año. Pero en 1810 no era así. El pueblo acompañaba en procesión a los diputados hasta las Cortes o salía a las calles embriagado por la felicidad gritando “¡Viva la Pepa!” o “¡Ha muerto la Santa!”.
5) Discursos pomposos vs. discursos jurídicos: La obra refleja cómo los primeros parlamentarios dedicaban todos sus esfuerzos a escribir unos textos cargados, barrocos y poco prácticos. El objetivo era demostrar la cultura o el arte retórico que tenía cada orador, pero el resultado era el inverso: discursos aburridos, con exceso de florituras. Pero es que casi dos siglos después, los discursos que se escuchan en el Parlamento continúan siendo enrevesados y demasiado complejos. aunque la razón es diferente, ahora los textos son difíciles de comprender porque están plagados de tecnicismos jurídicos. Dos causas diferentes, pero un mismo resultado: textos incomprensibles que dificultan el trabajo de los periodistas y facilitan el sueño de los diputados.
6) Apodos para todos: Curiosa tradición española la de poner sobrenombres. Y en las Cortes, como en cualquier patio de colegio, todos tienen su apodo. Los creativos de estos chistosos nombres son por lo general periodistas o los propios políticos que se basan en algún rasgo físico (a Mendizábal Juan y Medio), por su carácter (a Cánovas del Castillo El Monstruo) o por su procedencia (a Romero Robledo el Pollo de Antequera). Sobrenombres que todos conocían y que la prensa utilizaba en sus escritos sin ningún reparo.
7) Políticos móviles: Desde los inicios del parlamentarismo español es práctica común que los ministros cambien de ministerio como quien cambia de camisa. Evaristo San Miguel tuvo la decencia de admitir que no entendía de Marina ni de comercio de la siguiente forma: “Soy el primero en sentir el ridículo que cae sobre un hombre que se pone a desempeñar asuntos que no entiende”. Y hoy sigue ocurriendo lo mismo. Por ejemplo la ministra de Sanidad, Elena Salgado, es licenciada en Ciencias Económicas, o Cristina Narbona que es economista y ministra de Medio Ambiente. Se entiende pues que los estudios y la especialización de los políticos no son relevantes a la hora de desempeñar su cargo dentro de una materia. Por lo tanto lo primero es ser político, y después ya se verá.
8) Genios de la palabra: Si de algo puede presumir el parlamentarismo español es de haber contado desde el principio de su historia con grandes oradores genios de la palabra. Personajes que con su prosa encandilaban a los que les escuchaban en sus escaños. Maestros de la retórica que seducían a sus compañeros como el mejor flautista de Hamelin, incluso a sus adversarios.
9) Enfrentamientos y compañerismo: Aunque comparten diferentes ideologías y distintas formas de solucionar los problemas del país, los diputados son compañeros de trabajo. Por ello, se crea una espacial relación entre ellos basada en la confianza de verse las caras en sus escaños, de desayunar en el bar del Congreso y de cruzarse por los pasillos. Confianza que a menudo se traslada en el hemiciclo con críticas y enfrentamientos. A mitad del siglo XIX, las diferencias entre políticos podían llegar a las manos, tanto que la historia del parlamentarismo recoge algún capítulo de duelos entre tribunos. Hoy, no podemos hablar de duelos, pero quizás el ambiente esté más intoxicado que aquel entonces en el que después de pegarse un tiro, se daban la mano y se arreglabna así sus discrepancias. Hoy hay otras pistolas por en medio, pero nuestros políticos no son capaces ni de comunicarse para acabar contra el terror.
10) Prensa en el hemiciclo: Desde el comienzo de la actividad parlamentaria en nuestro país, los periodistas se han acomodado en las Cortes para trasladar al público todo lo que allí transcurre. Información, crónicas o caricaturas han surgido de las largas jornadas en el hemiciclo. Largas jornadas que acababan creando un vínculo entre periodistas y políticos. Unos años atrás, el lugar de reunión entre los dos gremios era el lugar más típico español: el bar. Allí charlaban unos con otros y compartían opiniones. Hoy, ese bar es exclusivo para políticos y entre eso y los gabinetes de prensa, la relación con los periodistas se ha enfriado porque los intermediarios nunca fueron buenos. Eso sí, cuando a un diputado le interesa salir en la prensa al día siguiente ya sabe que sólo tiene que pasarse por el bar de los periodistas que al día siguiente su nombre saldrá en los titulares.
Sunday, January 14, 2007
Subscribe to:
Post Comments (Atom)
No comments:
Post a Comment