Sunday, January 07, 2007

Blanca lucidez


1) Manifestación de lucidez

La democracia es el poder de los ciudadanos. Con sus votos pueden cambiar gobiernos e, incluso, en situaciones extremas como esta, derrumbarlos y poner en entredicho a la propia democracia. Qué gran paradoja, lo que mantiene viva a la democracia es lo mismo que la puede destruir. El voto en blanco es el símbolo del descontento. De la decepción con un poder político egoísta, adormilado e ineficaz, independientemente de su color. El problema surge cuando el 83% de la población decide castigar a sus políticos con su papeleta en blanco. ¿Es el fin de la democracia? En absoluto, es la respuesta de la democracia a la ineptitud de sus políticos. Es la única herramienta que disponen para decir que no, que no están conformes con sus queridos mandatarios, que aquellos que se definen como sus representantes no representan nada más allá que sus propios ombligos. Sin embargo, los políticos no logran entenderlo así, y demuestran, una vez más, lo ineptos que pueden llegar a ser.


2) Represión como solución de los problemas de la democracia

Los resultados de las elecciones pillan por sorpresa al poder político que, ingenuamente, cree que repitiendo los comicios cambiarán las decisiones de sus ciudadanos. Y así es, de un 6473% de votos en blanco pasa a un 83%. Su primera solución es la de limitar las libertades con un estado de excepción, pero visto que la gente no amedrenta, se endurece la medida con un estado de sitio. Utilizan la infiltración, las amenazas y la mentira. Sin embargo, los ciudadanos siguen con sus vidas y nada cambia. Los políticos se devanen los sesos. Sólo hay una premisa clara: la única arma para vencer al voto en blanco es la represión. Dos son los ministros que discrepan (no es casualidad que sean el de justicia y el de cultura) y dos son los ministros que dejan sus cargos. Al no conseguir los resultados esperados, se les ocurre la idea de “abandonar” la ciudad y establecer la capital del país en otra población, dejando así a los “traidores de la democracia” sin políticos, ni fuerzas policiales. Nace así la “ciudad sin ley”. Pero vuelven a fallar, la vida sigue su curso y los crímenes no aumentan. Y como la intención es hacer que la población suplique la vuelta de los servicios de seguridad, la mejor solución es crear terror. Y así, como unos míseros terroristas, hacen explotar una bomba en el metro que mata a 34 personas. La respuesta de los ciudadanos se hace oír, aunque es silenciosa. Miles de personas se manifiestan por las calles en silencio con banderas blancas, sin altercados ni agresiones. Los nervios políticos llegan a máximos históricos y ya sólo queda una opción: buscar un chivo expiatorio.


3) Chivo expiatorio para obviar la toma de responsabilidades


Que todas las medidas del poder político se agoten sin resultados, pone de manifiesto su incompetencia para solucionar la situación. Pero lo último sería declararse responsables, así que la única opción es buscar un culpable. Y les llega como caído del cielo. Una mujer casada con un médico. El blanco perfecto para achacarle toda la culpa del “gran desastre democrático”. De esta forma, intentan convencer a la población de que esta mujer es la causante de que en las elecciones el 83% depositara en la urna su papeleta en blanco. El libro acaba con la muerte de este chivo expiatorio. Pero no es el fin. Tratan de acabar con el problema de raíz, pero cuando la raíz del problema no es una mujer, sino la desvergüenza de un gobierno, el problema persistirá y la única solución vendrá de la mano de la democracia una vez que el poder político haya agotado todas las posibilidades de ponerse en evidencia.
La solución de hecho no era otra que la que propone el alcalde de la ciudad: “si yo fuese gobierno disolvía este ayuntamiento y nombraba una comisión administrativa decente, de absoluta confianza política” (Pág.141). Disolver el ayuntamiento y el gobierno para recuperar la confianza de los ciudadanos. No era tan difícil, pero las ansias de poder ciegan la vista de cualquiera, o quizás, no de todos.


4) Siempre hay casos excepcionales de decencia moral


Ante tanta indecencia del poder político, siempre hay quien se desmarca. Es el caso del alcalde de la ciudad que, conocer de la responsabilidad del gobierno en el atentado en el metro, dimite de su cargo. También dimiten el ministro de cultura y el de justicia. Pero aún así, ninguno hace nada para encauzar la situación de represión impuesta a la ciudad. Sólo una persona tiene la decencia necesaria para revelarse contra la injusticia y actuar justamente. El comisario de la policía es el personaje que demuestra que pese a todos los defectos que pueda tener el ser humano, afortunadamente alguna virtud también tiene. El comisario de la policía encarna el sentido del deber y de la justicia por encima de las órdenes políticas y del propio beneficio personal. El comisario de la policía demuestra que en este mundo todavía hay esperanza.


5) Medios de comunicación “marionetas” del poder político
Los medios de comunicación salen muy mal parados en esta historia. Aparecen como “marionetas” de los políticos, como “borregos” que siguen las premisas de un poder superior. En una situación donde los medios deberían ayudar a combatir contra la política represiva del gobierno, donde deberían jugar el papel protagonista de contrapoder, en una situación como esta, los medios se achican y prefieren curarse en salud antes que enfrentarse a las autoridades. Optan por subirse al carro del caballo ganador, es decir, por apostar por posturas cómodas, mayoritarias y que no causen problemas. Pero los lectores no son tontos y saben de qué pie cojean los medios, por ello las ventas de periódicos bajan estrepitosamente cuando comienza el estado de excepción. Sin embargo, no se trata de una población desinteresada de la información ya que cuando se reparten las fotocopias del artículo con la confesión del comisario, estas hojas volantes desaparecen por completo de las calles de la ciudad.


6) Medios alternativos a los “oficiosos”

Pero así como el comisario se erige como símbolo de la esperanza entre una banda de desaprensivos políticos, también hay medios que se desmarcan de la pasividad del resto. Un par de periódicos no publican las doctrinas del poder y uno de ellos, incluso, consigue engañar a la censura para publicar la auténtica verdad sobre el caso de la mujer del médico, aunque ello le cueste una buena multa. A este tipo de prensa, aunque desgraciadamente no es la mayoritaria, le importa que los ciudadanos conozcan la verdad, más allá de las versiones oficiales. Se revelan ante el poder político y eso les cuesta su precio. Pero incluso cuando el periódico es secuestrado, la libertad de expresión es más fuerte y de repente aparecen miles de folletos con el artículo censurado que la gente devora ávida de interés informativo.


7) El engaño del discurso político

Otra cuestión que se observa en el libro de Saramago es la dependencia de los políticos con sus “escribas”. Llamamos escribas a aquellos que se encargan de componer los discursos de los cargos públicos. Sin sus “redactores de arengas” se convierten en medio-políticos, en una sombra de lo que podrían ser, sombra que se materializa con las palabras de estos escritores. Sin ellos, los políticos estarían perdidos y seguramente, no hubiesen conseguido llegar adonde están. En la obra se aprecia cómo crean textos que se convierten en auténticos insultos a la inteligencia del público. Cómo la retórica llega a límites insospechados que rozan la manipulación. Figuras las de estos escribas, que no faltan en ningún gabinete de comunicación política. Por algo será.


8) Carencia de autocrítica del poder político

Entre las funciones de los redactores de discursos políticos está la de disfrazar la incompetencia de aquellos para quien trabajan. Y entre esta incompetencia se encuentra la ausencia absoluta de cualquier tipo de autocrítica del poder político. Se muestran incapaces de asumir ninguna responsabilidad en una situación de tal envergadura. Declararse culpables de ese “gran atentado contra la democracia” significaría mostrar un mínimo gesto de debilidad, intolerable para cualquier gobierno consolidado. El problema es que este gobierno no consigue ver que dista mucho de la consolidación de la que presume y que políticas como la que lleva a cabo, le acercan más a su propia autodestrucción.


9) Desavenencias entre el propio poder: falta de cohesión

Y esta autodestrucción, cómo no, empieza desde dentro. No son los ciudadanos con sus votos en blanco los que intentan acabar con su gobierno, son sus propios integrantes los que lo consiguen con su afán de poder. Las desavenencias entre los miembros de gobierno se van haciendo más patentes a medida que la situación empeora. Primero dos ministros y un alcalde dejan sus puestos y se separan de la política represiva que se intenta imponer. Pero las diferencias más notables se aprecian entre los cargos que más se acercan al vértice de la pirámide. Entre el presidente, el primer ministro y el ministro de interior. Como no se trata de un régimen presidencialista, el presidente no puede ir más allá de su función de testigo. Sin embargo, este presidente quiere tomar parte en la toma de decisiones, quiere convertirse en protagonista activo, en un actor principal más de la función representada. El primer ministro, por su parte, lleva a cabo una doble función: ser el principal actor de la función y cuidarse de que el presidente y el ministro de interior no le quiten protagonismo a su personaje. Para ello, se hace con otras carteras, según el con el fin de lograr “una coordinación total” (aunque más bien podría ser un “poder total”). Por su parte el ministro de interior también intenta hacerse notar, por ello trata de desmarcarse de los dos cargos que están por encima de él, y lleva acciones por propia iniciativa como la de investigar la carta del hombre que denunciaba a la mujer que no perdió la vista cuatro años atrás. Se muestra especialmente intolerante, injusto y cruel con su relación con el comisario de policía, lo que le acabará costando el cargo, para suerte del primer ministro que sumirá la cartera de interior.


10) El sentido común de la gente puede contra la represión

¿Y qué piensa la gente de todo m.ldkdsj? Los ciudadanos, esos traidores de la democracia, en todo momento conservan la calma y demuestran que la lucidez se puede mantener cuando el objetivo de la lucha es firme. Su lucha es tranquila, silenciosa y sensata. Su lucha por acabar con un poder político corrupto comienza con unos votos en blanco y por lo que sabe el lector, acaba con masivas manifestaciones pacíficas. Ante cada intento del gobierno para sacar de sus casillas a los ciudadanos, para hacerles perder los nervios y para así lograr una excusa para comenzar una lucha armada, la gente reacciona con buenos gestos y con una sensatez que ya les gustaría a los que ostentan el poder. Y por ello, no podrán ser vencidos con sucias artimañas. Porque “la firmeza moral de la población no parecía inclinada a rebajarse ni a renunciar a aquello que había considerado justo y por eso lo expresó con su voto, el simple derecho a no seguir ninguna opinión consensualmente establecida” (Pág.87). Y así lo demuestra a medida que el gobierno intenta poner parches al problema. Y por eso, por esa firmeza moral y por esa lucidez mental, por eso sabemos que el voto en blanco acabará cumpliendo su objetivo: reestablecer un gobierno verdaderamente democrático que represente a todos y cada uno de sus ciudadanos.

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